Mitología cantabra


Hay paisajes proclives a la ensoñación, al misterio o la magia. La cornisa norte, es uno de ellos. En las salidas de turismo de naturaleza, se conocen enclaves que parecen haber escapado al tiempo y la modernidad para quedar guarecidos en una especie de mundo mitológico habitada por fantásticos seres de cuentos de hadas.
Cantabria tiene una tradición mitológica que pervive en sus montes y en sus bosques; en las fuentes y los arroyos que cruzan sus verdes pastos y en las zonas más umbrías donde, en el invierno, las neblinas matinales parecieran emular el país de fantasía en el que elfos y hadas tienen su hábitat. Y también podría ser que Harry Potter anduviera cerca, en busca de algún aprendizaje para encantar o desencantar a cualquiera que aparezca por allá. Mientras no fuera Voldemort y se enzarzaran en estas luchas de poder entre el bueno y el malo.
Ahora que sus aventuras parecen haber terminado, recorrer los parajes de la Cantabria mítica, puede ser una experiencia personal paralela en la que tal vez encontremos algunos duendes. Casi todos traviesos y burlones aunque si los hallas en los alrededores de las casas puede que se trate de Trasgos o Trasgolillos mientras que si te topas con ellos en el corazón del bosque, seguro se trata de Trentis y Tentirujus.
No has de temer extraviarte en el camino pues lo más probable es que alguna Anjana te proteja. Son las hadas benéficas, generosas con los enamorados y también con los caminantes en apuros, aunque hablar de ellas, nos llevaría un libro entero por lo menos.
En el polo opuesto estás los Ojáncanos. En ellos personifican los cántabros todo el infortunio, la maldad y la crueldad. Seres gigantes, ciclópeos, digamos que son el Polifemo griego, tan habitual en tantas otras mitologías, en versión propia, poseedor de una brutalidad que lo hace aparentemente desalmado. Se dice y se comenta, que la Ojáncana es aún peor que su marido pero la recomendación más segura es cuidarse de los dos sin tratar de averiguarlo.
Ventolines, tan lindos como angelotes, Caballucos del Diablo, que portan alas de libélula la noche de San Juan, el temido Culebre, el Musgosu o Busgosu, mitad hombre y mitad carnero, los terribles Nuberus, el Ramidreju o la Sirenuca, todos ellos seres fabulosos con poderes algunas veces benéficos y otras maléficos de los que podrás oír cientos de historias si te internas en el corazón de Cantabria, y entablas conversación con sus acogedores lugareños.
Paisajes, mitología y una buena conversa al calor de un buen plato de cocido montañés. Insuperable.

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