Descubre la fuente de la eterna juventud...
Las primeras noticias, sobre el uso de las
aguas, de las que se tienen conocimiento nos llevan a la época romana,
en la que, previsiblemente, la conocida costumbre por las termas y
baños, acercó hasta aquí a los habitantes adinerados de las poblaciones
del sur Osca y Cesaraugusta, que debían recorrer las vías que unían la
antigua Hispania con la Galia siguiendo el cauce del río Gallego.
Con la aparición de los pueblos bárbaros, hubo
un largo periodo de decadencia en todos los países respecto a los
Balnearios. El Balneario de Panticosa se pierde totalmente hasta
principios del siglo XVII. En ello debió influir el difícil acceso y los
frecuentes aludes que llegaron a sepultar durante varios siglos estos
manantiales. La documentación Medieval conservada en los archivos
históricos del Valle de Tena no cita estas aguas termales, por lo que
cabe suponer que habían caído en el olvido.
El Renacimiento y la Ilustración la explotación
comunal de los baños y los primeros proyectos de privatización, hacen
resurgir el interés por las aguas minero-medicinales en toda Europa, y
España no fue una excepción. En 1693, los jurados del Quiñón de
Panticosa, (propietarios de los baños) firmaban un contrato con los
albañiles de Lanuza, para construir en un año la primera casa de los
Baños. El Quiñón se hacía cargo de los gastos. La construcción de este
primer edificio, reflejaba sin duda la importancia que iba adquiriendo
la actividad Balnearia de Panticosa. Al final de la última década del
siglo XVIII, el Balneario conoce un cierto auge y provoca en algunas
autoridades una gran preocupación por su estado y su futuro. A final de
1826 Fernando VII optara por la concesión de los Baños.
Belleza y Bienestar unido al poder del Agua Termal.
Hasta entonces era el Quiñón el encargado de su
explotación, arrendándolo a particulares por periodos de tres años, a
cambio de un canon, (el Quiñón fijaba la tarifa por el uso de las aguas
gratis para los Quiñoneros).
El primer arriendo conocido es el de 1773. El
arrendatario es Pedro Guillen, de Panticosa, paga un canon anual de 335
reales, cantidad que destinara para la reparación de la casa de Baños.
En 1780, el Balneario se revalorizo debido al descubrimiento del
manantial del Herpes y la construcción de una segunda casa.
El arrendamiento de 1789 se eleva a un canon
anual de 50 libras jaquesas (unos 960 reales). El arrendatario es un
francés de Laruns y el Quiñón se compromete a sostener y reparar las
casas.
Las dificultades económicas de los primeros años
del siglo XIX y la Guerra de la Independencia, paralizaron cualquier
iniciativa, pero en 1816/17, terminada la guerra, el gobierno adoptaba
las primeras medidas de reglamento y apoyo a los Balnearios.
Un lujo de Siglos.
En 1817 los Baños de Panticosa estaban arrendados a Domingo Masoner de El Pueyo de Jaca por 960 reales.
La Privatización del Balneario, “La época de Nicolás Guallart y Compañía”
(1826-1899). Nicolás Guallart, rico hacendado de
Bubal, había enviado al Rey Fernando VII un escrito explicando el
deplorable estado de los Baños de Panticosa y ofreciéndose a
acondicionarlos.
El 18-9-1826, Fernando VII expropia las
instalaciones, obligando al Quiñón a ceder el privilegio de explotación
de las aguas medicinales y su radio a Nicolás Guallart. Las condiciones
de explotación incluían el pago anual de un canon en metálico al Quiñón y
un número de plazas gratuitas a sus habitantes. Entre 1827/44, Guallart
construye el núcleo del Balneario (ocho edificaciones), y el y sus
sucesores continúan con la explotación hasta 1899.
El Balneario de Panticosa se convirtió, a lo
largo del siglo XIX, en uno de los mayores y prestigiosos de España,
configurándose como villa balnearia capaz de albergar a mas de mil
quinientas personas (capacidad asombrosa para las dimensiones que los
centros turísticos tenían en aquellas fechas). Esta oferta de
alojamiento era incluso mayor que la de Santander o San Sebastián.
Los edificios construidos eran típicamente
balnearios, con hoteles, villas y servicios varios que lo dotaron de una
cierta organización interna y autónoma. De arquitectura de montaña con
influencias francesas, la estética y el porte del Balneario, en su
conjunto era de autentico lujo, que supieron apreciar muy bien los
personajes mas ilustres de la época y los representantes de la alta
burguesía aragonesa, catalana, vasca y de Madrid.
Por el Balneario de Panticosa pasaron muchos
famosos de la época, como: Niceto Alcalá Zamora, Perico Chicote, Zarra,
Irondo, Panizo y otros importantes personajes. Un especial recuerdo se
guarda de la estancia de D. Santiago Ramón y Cajal que paso por allí un
tiempo de curas, mientras practico su gran afición favorita: la
fotografía.